Hace casi treinta años comencé mi andadura por el mundo de la ingeniería. Yo quería ser Ingeniero Aeronáutico para construir pistas de aterrizaje, hangares, terminales en aeropuertos y otras infraestructuras parecidas.

     Sin haber terminado todavía mis estudios, aterricé en una pequeña empresa que me ofreció la oportunidad de empezar en el diseño de carreteras, autovías y autopistas.

     Mi primer trabajo fue como delineante y operador de ISPOL. Esto me permitió aprender mucho de la profesión y me ayudó, aun más, cuando acabé mi carrera y comencé a ejercer las funciones propias de un ingeniero técnico.

      En aquella época, principios de los 90, era todo muy artesanal. La red informática consistía en copiar en un disquete el fichero de dibujo e introducirlo en el plóter o en el ordenador al que estaba conectado. 

      Los planos tardaban alrededor de diez minutos en imprimirse (plóter electrostático que realizaba una pasada por color y costaba alrededor de 70.000 euros) y después, con un cuchilla había que cortarlos a mano.

      Llegado casi el final del milenio todavía dibujábamos los trazados en papel vegetal y los superponíamos sobre planos del territorio en papel, comprados en el ministerio o en la consejería de la Comunidad Autónoma correspondiente. Incluso marcábamos los ejes de la carretera con cinta autoadhesiva de colores (y diferentes grosores) y rotulábamos con "cangrejo".

      Ahora, afortunadamente, todo ha cambiado y el acceso a planos, cartografía e incluso fotografía aérea es inmediato y mucho más sencillo de utilizar.